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El anhelo –por lo general– abstracto, en la mitad de la infancia, suele ser un elemento anímico frecuente (“estoy en casa, pero siempre añoro mi hogar”); se siente un quiebre de la propia existencia, en lo más profundo. “Quien enseña o educa, por la investidura de su tarea pedagógica, es llamado a asistir al niño en las crisis de cambio de su devenir y camino, también en el caso de que la naturaleza de los “síntomas” del cambio sean más bien de tipo reprimido”.