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No se puede comprender el momento actual si no se sabe cuál es el cambio que tuvo lugar en el último tercio del siglo XIX. Incluso hasta en el siglo XIV, quien proclamaba el ideal de las razas o de las naciones se hallaba de acuerdo con las propiedades progresivas de la evolución humana. En cambio, quien hoy sustente aquel punto de vista, pone de manifiesto impulsos decadentes de la humanidad. Y si presume que, en esos llamados ideales, les presenta a la humanidad ideales progresistas, no dice la verdad, pues no hay nada que más contribuya a que la humanidad se hunda en la degeneración, que lo que perpetúa los ideales de raza y de sangre. Nada detendrá el verdadero progreso tanto como lo detiene la persistencia de declamaciones sobre los ideales de los pueblos, conservadas por las potencias luciférico-ahrimánicas. Hoy, el verdadero ideal es aquel que se encuentra en el mundo puramente espiritual, no el que se basa en la sangre.