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María y José viven en Jerusalén en una pequeña granja. José es carpintero y María todas las mañanas va con un cántaro hasta la fuente para traer el agua que van a usar. Una de esas mañanas se encuentra con un burrito y le acaricia la frente; siente que es un animal muy hermoso. El burrito vive en la casa del hombre más adinerado de Jerusalén, pero tiene un muchacho que lo tiene a su cargo que es muy holgazán, no lo cepilla y no lo cuida. Sin embargo, el burrito camina de una manera muy digna entre todos los demás animales. Tanto, que los otros burros se mofan de él, diciendo: “un burro tan sucio y tan feo no puede ser tan altanero”. A lo cual el burrito piensa: “ya verán…” y recuerda en su corazón la vez que esa mujer acarició su frente.